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Ayudando a través de la escucha activa. Segunda parte: ¿Qué hacemos en nuestra relación de ayuda?

  • Alejandro Martín Calle
  • Mar 23, 2018
  • 2 min read

En continuación al post iniciado hace unos días en relación al papel de la escucha activa en la relación de ayuda, abordamos ahora, los comportamientos que usualmente manifestamos a la hora de prestar ayuda psicológica y emocional:

  1. Ordenar, mandar.

  2. Amenazar, castigar, prometer, premiar.

  3. Sermonear, esto es, apelar a una supuesta autoridad superior indeterminada: “A los padres no se les habla así” “La vida es sagrada”. Siempre que se pueda contestar “¿Y eso quién lo dice?” Es un sermón.

  4. Dar lecciones (argumentar, razonar, presentar la propia experiencia).

  5. Dar consejos.

  6. Animar, consolar, quitar hierro a la situación.

  7. Estar de acuerdo.

  8. Yo también.

  9. Estoy en desacuerdo. Criticar la postura del otro.

  10. Insultar / descalificar.

  11. Interpretar. Atribuirle intenciones ocultas.

  12. Cuestionar. Preguntar, pedir más información.

  13. Desviar el tema.

  14. Ofrecerse.

A todas estas respuestas, Rogers las denominó las “14 respuestas malditas”, ya que son potencialmente peligrosas, no tanto por el contenido del mensaje, sino por lo que dicen del tipo de relación:

  • Desconfianza de que el otro sea capaz de llevarse a sí mismo

  • Deseo de cambiar al otro

  • Quitan responsabilidad al otro

  • “Yo se mas que tú”

  • Establecen una relación de poder. El que ayuda se pone por encima del ayudado.

  • Se cuestiona la importancia del problema del otro.

  • El ayudador permanece ajeno (el otro está en el pozo y yo ayudo desde fuera).

  • No interesa.

  • Peligro.

Todas ellas expresan no aceptación del otro. Si actuáramos de esta forma, estaríamos enajenando o despersonalizando a la persona y lo más probable es que se bloquee la comunicación.

Pero si no recurrimos a este tipo de respuestas, ¿Qué podemos hacer?

Para que la persona se sienta recogida y protegida y sienta la suficiente confianza como para poder abrirse ante nosotros y fundamentalmente, hacia sí mismo, no solo tenemos que sentir nosotros aceptación, sino que debemos comunicarla. Este es el fundamento de la relación basada en la escucha activa.

Realizar este tipo de escucha no requiere adquirir grandes conocimientos técnicos, pero sí un trabajo personal. El peso de nuestros hábitos nos llevan a adivinar el pensamiento del emisor, a elaborar juicios previos, a adelantar respuestas y soluciones. Por lo tanto, más que de llenarse, consiste en vaciarse: desprendernos de nuestras premisas, supuestos, condicionamientos, prejuicios… Es decir, de todo lo que se interpone entre nosotros y la otra persona.

En definitiva, se trata de desarrollar una atención plena en nuestra relación con el otro. Y las ventajas de este trabajo, se proyectarán más allá de mejorar nuestra capacidad de escucha, ampliando nuestra consciencia y nuestra capacidad de disfrute y aprehensión de las vivencias y enseñanzas del aquí y ahora.

Seguiremos hablando de ello en el próximo post, donde os ofreceremos algunas ideas que os pueden ser de utilidad.


 
 
 
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