Ayudando a otros a través de la escucha activa. Cuarta parte.
- Alejandro Martín.
- May 18, 2018
- 2 min read
“La curiosa paradoja es que cuando me acepto como soy, cambio”.
Carl Rogers.
Para poder escuchar no es necesario ser una persona sin problemas, lo que se necesita es saber aparcarlos. Si puedo dejar el problema a un lado, puedo escuchar. Si no puedo, no puedo escuchar.
¿Por qué la escucha activa?
Es una forma de comunicar aceptación que previamente hay que sentir.
Mostramos interés.
Demostramos continuamente con reflejo que le estamos comprendiendo, que es el grado máximo de aceptación.
Ello facilita que la persona se sincere. En el esfuerzo de abrirse a nosotros, se abre también a sí misma. No sólo encuentra alivio y desahogo, sino que le permite entrar en contacto con su parte más auténtica.
Así, se produce un efecto catártico que en ocasiones, resuelve todo el problema. Cuando uno se permite sentir la emoción en toda su extensión, sin temor, censura ni crítica, siente que se puede permitir este sentimiento y puede acabarse el conflicto por el mero hecho de sentirlo. Sólo entonces podrá pasar página. No se puede pasar página si no se lee antes esta página con plena conciencia.
Bajo esta perspectiva, damos más importancia a cómo se lleva a cabo el viaje que al sitio que tenemos que llegar (la meta). Se trata de que la persona camine a gusto.
Para el escuchador la escucha activa tiene las ventajas:
Nos aseguramos que estamos entendiendo a la persona. Nos acerca más a ella y nos evita dar por supuestas muchas cosas.
Nos permite recibir lo que va a decir como algo nuevo, dejando todos los presupuestos fuera. Hay que vaciarse de todos los prejuicios para recibir a la persona tal y como está llegando en ese momento.
Generalmente los mensajes convencionales suelen tener dos niveles: objetivo (el hecho que está relatando) y el subjetivo (cómo vive eso que está relatando). El plano subjetivo es lo significativo del mensaje.
Las 14 respuestas malditas son nuestra reacción afectiva ante el mensaje objetivo:
“Mi mujer me deja”.
“No permitas que se vaya”.
“Yo que tu…”
Y no se tiene en cuenta la parte subjetiva del mensaje. No es tanto la anécdota lo que interesa, sino como lo viva la persona que es individual y personal (no hay dos que lo vivan igual). Se trata de ajustarse a la individualidad de la persona.

Si nos quedamos en la parte objetiva, nos estancamos, ya que dicha objetividad es sin embargo, una representación mental de la situación. Son pensamientos y los pensamientos están almacenados en la memoria. Por lo tanto, cada vez que traemos una idea, una valoración, una interpretación, extraemos el material del pasado y si trabajamos en el momento presente con material del pasado, nos estancamos.
Pero si pasamos a la parte subjetiva, no nos estancaremos porque los sentimientos nunca se repiten, son siempre actuales. La vivencia nunca es vieja, siempre es nueva. La expresión sí puede ser vieja, ya que la codificamos con material racional. Es la misma fuente, pero el agua es siempre diferente.
La escucha es una forma de acercarnos a la persona, no a su etiqueta.
“Si yo fuera tú, haría lo que tú”. Desde dentro, el otro tiene su situación personal que le hace estar donde está, no en otra parte.