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¿Vida reactiva o creativa? Pon los cinco sentidos

  • Alejandro Martín (Extracto del libro. Créate. Da
  • Sep 28, 2018
  • 5 min read

El cuerpo humano es el depósito de las invenciones, la oficina de patentes en que están los modelos de los que se tomó cada sugestión.

Ralph Emerson

En el post anterior, nos hemos centrado en los canales lingüístico y visual. Efectivamente, parecen ser los más importantes en nuestro trabajo intelectual. Próximamente hablaremos de la importancia de las emociones y del inconsciente, así como de su influencia sobre nuestros comportamientos. Algunos de nuestros sentidos más primarios, conocen bien estas regiones...

Comenzando con el propio oído, que además del lenguaje nos permite disfrutar de la música. Pero el resto de nuestros sentidos, tampoco deben ser descuidados: el gusto, el olfato y el tacto, están ligados a nuestro cerebro más instintivo. Con ellos y con el resto de nuestro cuerpo nos relacionamos con la naturaleza y con nosotros mismos. A través de nuestra evolución han quedado relegados por otras funciones superiores y hemos perdido contacto con una parte de nuestro cerebro que durante muchos años, ayudó a sobrevivir a nuestros antepasados.

La gruta quedó vacía y abandonada, pero en sus paredes permanecen escritas ciertas claves de importancia capital para nuestro desarrollo. Necesario es que nos aventuremos hacia esas prometedoras profundidades. No hay que temer: sólo permanecer atentos a los mensajes de nuestros guías.

Los sonidos del alma.

La relación entre la música y los estados anímicos ha sido intuida desde hace mucho tiempo y estudiada de forma más científica y sistemática en nuestros días.

Determinados ritmos y armonías parece que generan ondas alfa, las cuales aumentan nuestra sugestión y predisponen o facilitan el pensamiento creador. Algunos instrumentos producen asimismo, vibraciones próximas a dicha frecuencia. De ahí que con relativa facilidad, muchas personas se queden dormidas en los conciertos o sencillamente se sientan “trasladadas” por la música a “otra dimensión”.

Pero la música en sí misma tiene un amplio rango de utilidad en nuestro trabajo intelectual. Podemos combinar distintas melodías cuando queramos inducir diferentes estados emocionales. Trabajando deliberadamente con ella, podemos estimular la producción de ideas. Por ejemplo, elegir una música y componer una letra que se relacione con ésta.

Los mensajes del limbo.

Los receptores olfativos y del gusto son los sentidos que están más ligados a la parte emocional del cerebro. Son los más primitivos, simples y emocionales, ya que están relacionados con el sistema límbico, el cual controla nuestros afectos.

En las fosas nasales se encuentra la mucosa olfatoria encargada de recibir el mensaje que será transportado por el nervio olfatorio hacia el bulbo. Desde aquí, el mensaje se transmite por dos caminos diferentes: uno se dirigirá hacia el hipotálamo y el epitálamo (los cuales controlan respectivamente las respuestas vegetativas y somáticas). El otro llevará el mensaje hacia el hipocampo y la amígdala. Una vez que el mensaje llega a estas zonas, comienza a formar parte de un circuito en donde participan complejas estructuras cerebrales. Este circuito se denomina sistema límbico y es el encargado de integrar el olfato, la memoria y las emociones.

Por lo tanto, la información captada por el olfato evoca automáticamente la situación que acompañaba al olor cuando lo experimentamos por primera vez, trayendo asociadas, las emociones de aquellos momentos.

Algunas de estas sensaciones están condicionadas desde hace mucho tiempo y almacenadas en nuestro paleocórtex o cerebro más primitivo. Forman parte del “inconsciente colectivo”.[1] Por ejemplo: el olor a tierra mojada, al asociarse con fertilidad, crecimiento de las cosechas, etc. Otras asociaciones emocionales por el contrario, están basadas en experiencias particulares, siendo especialmente intensas, aquellas que quedaron grabadas en la infancia.

En consecuencia, la estimulación de estos aspectos puede hacer remover nuestras emociones, motoras del impulso creador. Y si somos capaces de canalizarlas de forma adecuada, conseguiremos ponerlas al servicio de nuestro impulso creador.

Contacto con el tacto.

Otro de los sentidos que habitualmente aparece relegado y marginado en el quehacer de nuestro trabajo intelectual es el tacto. Como sucede en el caso del olfato y el gusto, normalmente los unimos al mundo sensible y en nuestra cultura racionalista, todo lo que viene del campo de los sentidos es cuando menos, sospechoso. Sin embargo, es un canal muy útil cuando se desarrolla debidamente y puede depararnos sorprendentes resultados.

Extraordinario para explorar dentro de nosotros mismos, tiene gran poder a la hora de aflorar aspectos de los que no éramos del todo conscientes. Por lo tanto, es muy útil en psicoterapia, especialmente en el trabajo con personas que tienen dificultades en el reconocimiento y verbalización de sus vivencias y emociones. Y también para quienes tienden a racionalizar demasiado y a procesar sus experiencias de una forma predominantemente lógico-lingüística.

Habita tu cuerpo.

La cultura y la educación recibida determinan la percepción, la consciencia, el concepto y la valoración de nuestro propio cuerpo. Afortunadamente, nuestros valores sociales han evolucionado mucho desde aquellas épocas en las que se consideraba al cuerpo como enemigo o carcelero de nuestra alma. Sin embargo, permanecen y aparecen nuevas ideas que ponen en riesgo la aceptación de la propia imagen corporal, como son la imposición de modelos estéticos de referencia. La moda y los medios de comunicación presionan hacia la uniformidad y la norma, estableciendo y difundiendo cánones de belleza difíciles de alcanzar y en algunos casos, cruzando ampliamente la frontera de lo razonable para entrar en el terreno de lo insalubre y lo patológico.

Cuando aceptamos nuestra imagen corporal, comenzamos a estar en disposición de disfrutar realmente de nuestro propio cuerpo, de interesarnos por él y de percibir todo lo que podemos hacer el uno con el otro, en vez del uno frente al otro.

Las posturas y el movimiento de nuestro cuerpo, son expresiones de nuestra energía vital y de nuestros sentimientos: inhibición, ira, entusiasmo, temor, alegría, serenidad... son estados emocionales que, en una medida u otra, todos experimentamos. Cuando predomina alguno de ellos claramente en frecuencia, intensidad o duración pueden adquirir “corporeidad”, enquistándose y predisponiendo hábitos y posturas corporales.

Además de transmitir una imagen de nuestro mundo interior, condicionan nuestras respuestas futuras. Por ejemplo, cuando nuestro cuerpo está tenso, tendemos automáticamente a responder con un grado de tensión que probablemente resulte excesivo.

Asimismo, se encuentra bajo control de la cultura; es decir, nos movemos de acuerdo a códigos, normas y reglas que nos restan espontaneidad. Una buena forma de descondicionamiento frente a convencionalismos y de busca de la espontaneidad es precisamente, liberar nuestros movimientos, enriqueciendo nuestra expresión y nuestra relación con el espacio: cambiando de posición y posturas, utilizando todos nuestros músculos, alterando el ritmo de nuestros movimientos, su frecuencia e intensidad.

[1] Inconsciente Colectivo: según Carl Jung, muchas sensaciones, pensamientos y emociones que los seres humanos compartimos, se basan en las experiencias y el conocimiento almacenado por generaciones precedentes, los cuales nos han sido transmitidas de forma instintiva e inconsciente.


 
 
 
Colegio oficial de Psicólogos de Madrid
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