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¿Vida reactiva o vida creativa?

  • Alejandro Martín (Extracto del libro. Créate. Da
  • Jan 9, 2019
  • 5 min read

ÚLTIMO CAPÍTULO: MANOS A LA OBRA

Cuando escribo algo, pienso sobre ello cuando como, cuando duermo y cuando converso con alguien.

Fedor Dostoievski

El reto está ya frente a ti. Puedes ver la montaña, la cima aparece al mismo tiempo, cercana y distante. Cuando empieces a escalar, no siempre divisarás la cumbre. Cada paso requiere concentración, apoyarse en el lugar preciso y trasladar toda la fuerza en la pisada. Durante mucho tiempo sólo podrás distinguir los nuevos obstáculos que se alzan en tu ruta.

Estás en un mundo desconocido y plagado de incertidumbres. Es normal que puedas sentirte confuso e incluso desanimado. Procura personalizar el entorno en que te encuentras. El alpinista procura utilizar el material con el que se siente más seguro y cómodo, guarda sus amuletos y fotos de los seres queridos... Todo vale para reforzar tu identidad en momentos tan delicados. Detente de vez en cuando para no perder la visión global y encontrar así, las vías más eficientes y seguras, pues no dispones de todo el tiempo del mundo. Una tormenta se acerca, debes optimizar tus acciones. Si te sorprende el mal tiempo, tendrás que regresar al campamento base y puede que no tengas otra oportunidad de concluir la escalada. Finalmente, ¡Ahí está! La cumbre es tuya. Has conseguido llegar a lo más alto. Contemplas una visión magnífica, todo Eurekistán aparece ante tus pies. Disfrútalo, es tu momento... Pero recuerda que debes volver al campamento base. La bajada es peligrosa, muchos son los que se precipitan por los Despeñaderos de la Soledad. Aún te queda mucha geografía por disfrutar.

Céntrate.

Los sueños y la perseverancia son una poderosa combinación.

William Longgood

Las ideas están ya ahí, más o menos esbozadas, las percibes con nitidez, pero no son todavía hechos, hace falta materializarlas. Muchos proyectos excelentes nunca llegan a ver la luz. Incluso aquellos que logran realizar grandes obras, dejan otras muchas sin desarrollar. Con no poca frecuencia, las ideas se dejan enfriar demasiado, quedan relegadas y derrotadas por las rutinas o las inercias. Especialmente las más rompedoras, aquellas que intentan transformar esquemas y que suponen significativos pasos adelante, suscitan en no pocos casos burlas, miedos, recelos, envidias... los pensamientos dominantes y los intereses creados están al acecho para enviarnos un alud de descalificaciones, obstáculos e impedimentos que entierren nuestros proyectos y hagan que se olviden o que se vuelvan estériles.

Evitar ser sepultados por esta avalancha, depende de nuestra fe, fortaleza y capacidad de elaboración[1]. También del grado de apoyo que tengamos; pero cuanto más elaborada y precisa se muestre esta idea, más probabilidad de que pueda contar con apoyos sólidos.

Sumérgete.

Una buena idea merece el mejor de los desarrollos posibles. Déjate llevar por el efecto “Pigmalión”[2]. Como éste, debes sentirte realmente enamorado de tu obra. Entrégate a ella desde el principio hasta el final, cuidando hasta sus más mínimos detalles. La creación en cualquier campo requiere un esfuerzo de elaboración, estructuración, revisión, reelaboración y perfeccionamiento. Centra ahora tu atención en analizar partes y detalles, evaluar la oportunidad y coherencia de cada elemento y aspecto, tomar las decisiones oportunas sobre qué partes conservar en su forma original, cuáles modificar o eliminar definitivamente. Pero al mismo tiempo, la imaginación debe seguir estando abierta para aceptar nuevas ideas de enriquecimiento y mejora.

Céntrate en el trabajo, canaliza todas tus energías, pensamientos, recuerdos e imágenes, haz que todos ellos confluyan hacia ese centro. La concentración en el aquí y ahora es fundamental para aumentar la motivación por la tarea y focalizar todas las energías en el proceso de elaboración. Elimina distracciones y sumérgete plenamente.

Persevera.

En la mayor parte de las personas que consideramos genios aparece una inmensa productividad. Thomas Alva Edison hizo famosa la expresión de que la genialidad consistía en un 1% inspiración y un 99% transpiración. Pues bien, predicó con el ejemplo, ya que desarrolló más de un millar de patentes. Bach escribía una cantata cada semana. Mozart produjo más de 600 composiciones musicales. Einstein publicó 248 tratados. T.S. Elliot escribió numerosos borradores de “La Tierra Baldía” donde se alternan buenos y malos capítulos, antes de realizar el documento maestro final.

En un estudio realizado por Dean Kean Simonton de la Universidad de California con una muestra de 2.036 científicos a lo largo de la historia, encontró que la mayoría de ellos produjo una cantidad mayor de obras mediocres o despreciables, que las que fueron consideradas finalmente valiosas por la comunidad científica. Es otro ejemplo de cómo la cantidad lleva a la calidad.

Comprométete.

Estas altas dosis de dedicación y concentración que en ocasiones requiere el trabajo, no son siempre fáciles de sobrellevar. En uno de los múltiples y fructíferos estudios llevados a cabo por Howard Gardner, encontró que los grandes creadores llegaron a tener un compromiso absoluto con su trabajo. Compromiso que denomina “pacto fáustico”, en referencia al acuerdo entre Fausto y Mefistófeles, según la obra de Goethe: los creadores, con el objeto de optimizar las condiciones de trabajo, desarrollan prácticas que pueden llegar a ser consideradas irracionales, supersticiosas y compulsivas. Extienden las horas de dedicación al trabajo, no logran desconectar y sacrifican otras actividades que les producían satisfacción e incluso relaciones sociales y personales. En no pocos casos, hasta arriesgan y destruyen sus relaciones con las personas más próximas. Normalmente es un pacto implícito, pero las circunstancias en las que se desarrolla el trabajo pueden desbordar al creador, alterando sus hábitos, carácter y relaciones de forma perjudicial.

Esta puede que sea una de las razones que ha llevado tanto a hablar de la excentricidad de los genios o a considerarlos rayando la locura. Sin embargo, estas conductas son comprensibles si tenemos en cuenta que se trata de actividades donde se ponen en juego muchas energías, se busca la perfección extrema y se pretende rendir al máximo y volcar todo el potencial. Además, con no poca frecuencia, se llevan a cabo en soledad, con ausencia de referencias y apoyos.

En consecuencia, es importante tener muy claro previamente lo que implica el proyecto que has decidido acometer; analizar el tiempo disponible y los sacrificios personales que estás dispuesto a asumir, así como el impacto que va a tener para tus personas cercanas. Debes hacerles en la medida de lo posible, partícipes de tus planes y de las alteraciones que va a suponer para la vida o la relación cotidiana, llegando a acuerdos viables. Todo ello facilitará además, un apoyo que te vendrá muy bien, especialmente cuando atravieses períodos de crisis o de mayor vulnerabilidad.

Los estados de ánimo pueden ser muy fluctuantes y oscilar desde las breves pero intensas sensaciones de “arrebato creativo” hasta momentos de ansiedad, duda, incertidumbre y desmoralización. Suele ocurrir que ciertas tareas que requieren concentración puedan ser menos agradables y hacen sentir incomodidad y desasosiego. Otras veces, puede existir bloqueo en la toma de decisiones al surgir demasiadas ideas que impidan focalizar debidamente la atención, llevando a una ocupación excesiva en tareas de menor importancia. En estos momentos serás más vulnerable a los efectos de los pensamientos negativos.

Cuando así suceda, programa interrupciones y sesiones de descanso activo, recurriendo a técnicas de relajación y concentración u otras actividades físicas que te ayuden a desbloquearte y a volver a “cargar las pilas”.

Desarrollar la concentración es también una buena forma para conseguir converger todas nuestras energías en el trabajo, experimentando las menores interferencias posibles. Y como ya señalábamos en el capítulo 5, para disfrutar plenamente del “aquí y ahora”.

[1] Guilford considera la “capacidad de elaboración” como otro factor clave en el comportamiento creador.

[2] Según la leyenda, Pigmalión creyó firmemente en que iba a realizar la estatua más maravillosa jamás hecha por la mano del hombre. Cuando la finalizó, se enamoró profundamente de ésta. Este mito ilustra el poderoso efecto que tienen las “profecías auto cumplidas”: según las expectativas que tenemos de algo o de alguien, emitimos una serie de conductas que hacen que al final, éstas terminen cumpliéndose.

 
 
 
Colegio oficial de Psicólogos de Madrid
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